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lunes, 1 de diciembre de 2014

PISTOLA “ASCASO”: LA MEMORIA DEL ANARCOSINDICALISMO REVOLUCIONARIO.


Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en el nº 308 correspondiente al mes de febrero de 2008, de la Revista "ARMAS", págs. 80-86. 
Los originales están ilustrados por once fotografías en color, cinco en blanco y negro así como un plano. 

Durante el periodo 1937-39, en plena Guerra Civil, se fabricó en la retaguardia republicana barcelonesa la Astra “anarquista”.

Cuando la firma Esperanza y Unceta presentó en el mercado su pistola Astra modelo 1921, de 9 mm. largo, adoptada reglamentariamente en real orden de 26 de septiembre de ese mismo año por el Ejército español, poco podía pensar que sería objeto de diversas copias en la década siguiente, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.

Dichas reproducciones no perseguían lucrativos fines comerciales, sino que fueron fruto de las necesidades bélicas de autobastecerse con armas propias. Así, durante nuestra Guerra Civil, se fabricaron copias, con mayor o menor fortuna, en la zona gubernamental, también llamada republicana, y concretamente en las provincias de Barcelona, Valencia y Alicante, mientras que el conflicto chino de aquella época dio lugar a la aparición de una reproducción de origen asiático.

Entre las primeras estarían las pistolas “Ascaso” fabricadas en Tarrasa y Barcelona, objeto principal del presente artículo, las R.E. (República Española) producidas en la localidad valenciana de Alginet, y unas muy mediocres copias, carentes de marcas e incluso del característico seguro de empuñadura, que no llegaron a ser siquiera bautizadas, procedentes de unos talleres de la población alicantina de Ibi.

Entre las segundas, se encuentran las llamadas “Orphan Astra”, fabricadas en algún punto de la geografía china durante aquella década y cuyo conocimiento se limita prácticamente al artículo publicado en agosto de 1970 por el comandante Dick Keogh en la revista “GUN REPORT” y del que se hizo eco, junto a algunas fotografías, el gran experto norteamericano Leonardo M. Antaris, en su magnífica obra “Astra. Automatic pistols”.

También, aunque ya anecdóticamente y más recientemente, citar las copias afganas, uno de cuyos ejemplares fue encontrado por el autor de estas líneas en Irak hace cuatro años, tras ser intervenida por las fuerzas españolas allí desplegadas, y que hoy día se expone en la sala de armas del Museo de la Dirección General de la Guardia Civil en Madrid (ver ARMAS núm. 270).

Las industrias bélicas en Cataluña.

Cuando el 19 de julio de 1936 se produjo la sublevación militar en Cataluña, iniciada dos días antes en Melilla y secundada en buena parte de la geografía nacional, la industria de armamento era allí inexistente. Entre las 800 industrias metalúrgicas más importantes de Cataluña no había ni una sola que se dedicara a fabricar elementos de índole bélica ni estaban preparadas para ello.

El alzamiento militar fracasó en Cataluña y la clave estuvo en Barcelona, gracias principalmente a la inmediata reacción armada de las milicias de los partidos y sindicatos vinculados con el Frente Popular, encabezadas mayoritariamente por las pertenecientes a la CNT, así como la firme adhesión y lealtad de la Guardia Civil al gobierno de la República.

Aplastada la rebelión, el parque de Artillería y los cuarteles del Ejército en Barcelona se encontraban prácticamente abandonados y saqueados. Las armas y sus municiones se hallaban en poder de las milicias políticas y sindicales. Se trataba de la máxima expresión del “pueblo en armas” pero que dado el comienzo de un conflicto bélico de tal naturaleza y extensión, era insuficiente para hacer frente al mismo, siendo necesario crear y organizar un ejército regular republicano al que era imprescindible dotar de armamento.

Consecuente con ello y conscientes de organizar en Cataluña la fabricación de toda clase de armamento, se creó por Decreto de 7 de agosto de 1936, la Comisión de Industrias de Guerra (CIG), presidida por el consejero de Finanzas de la Generalitat, Joseph Tarradellas Joan (1899-1988), quien llegaría también a presidir la misma (1954-1980).

El nuevo organismo debía coordinar todas las actividades de fabricación de armamento en Cataluña así como organizar la creación de las industrias que fueran necesarias para la obtención del material de guerra indispensable para hacer frente a la campaña que comenzaba.

Así pasaron a depender de la citada Comisión todas las fábricas, talleres, laboratorios y centros de movilización industrial y experimentación técnica susceptibles de ser útiles para la producción de armamento y material de guerra.

El coronel de Artillería José María Manrique García y el historiador Lucas Molina Franco, en su reciente y voluminosa obra “Las armas de la Guerra Civil española”, afirman que ya el 15 de septiembre de 1936 el control de dicha Comisión se extendía a unas 500 empresas de diversa entidad, lo cual implicaba contar con más de 50.000 obreros y otros 30.000 de las industrias auxiliares.

En sus inicios la Comisión dependía de la Consejería de Economía y Servicios Públicos, pasando poco después a depender directamente de la Presidencia del Consejo de la Generalitat. Como vocales se nombraron representantes de las Consejerías de Economía, Finanzas, Gobernación y Defensa.

Al objeto de cumplir eficazmente la magna tarea encomendada, la Comisión se organizó en tres secciones: la de químicas, que se encargaría de todo lo referente a pólvoras, detonadores, explosivos, etc.; la de metalúrgicas, que trataría todo lo relacionado con armas, espoletas de las municiones, vehículos, blindajes, etc.; y la de aviación.

El Informe final de la Comisión.

El 17 de mayo de 1937, tras la llegada a la presidencia del gobierno de la República el doctor Juan Negrín López y la constitución del Ministerio de Defensa Nacional bajo la dirección de Indalecio Prieto Tuero, se abolió la Comisión de Armamento y Municiones, creándose la Subsecretaría de Armamento y Municiones como organismo de la dirección de la producción de guerra en toda la zona republicana.

El 23 de septiembre siguiente se creó una delegación en Cataluña de dicha Subsecretaría al objeto de coordinar allí la fabricación de armas y demás material bélico, lo cual implicaba en la práctica la desaparición de la CIG, originándose el consiguiente enfrentamiento entre los representantes estatales y catalanes que disintieron abiertamente de dicha medida.

Tras ello la Generalitat tuvo finalmente que ceder y tuvo que cesar en su actividad respecto la gran mayoría de industrias bélicas que desde el verano de 1936 venía controlando, a excepción –inicialmente- de una quincena de industrias que financiaba directamente con sus propios presupuestos.

Al objeto de poder acreditar la labor hecha por la CIG en ese periodo que acababa de finalizar y desacreditar a su vez una serie de insidias y falsos rumores que cuestionaban dicho trabajo, Josep Tarradellas elaboró, con difusión restringida y confidencial, un informe de 70 páginas en las que se recogía, a grandes rasgos, toda la actuación de la Generalitat en materia de industria de armamento hasta el mes de octubre de 1937.

Final y definitivamente, por Decreto de 11 de agosto de 1938, poco más de seis meses desde que el gobierno de la República trasladara su residencia eventual desde Valencia a Barcelona, se procedió por el mismo a la expropiación de las 15 fábricas bélicas que eran propiedad de la Generalitat, con el fin de garantizar que toda la producción de armamento en la zona republicana seguía una única directriz.

Aquella medida, además de provocar una crisis de gobierno y la salida de los ministros  de Justicia Manuel Irujo Ollo (Partido Nacionalista Vasco) y de Trabajo, Jaime Ayguadé Miró (Ezquerra Republicana de Cataluña), dio lugar a que Tarradellas elaborase un nuevo informe confidencial y de mayor amplitud y detalle que el anterior, alcanzando un total de 118 páginas, que dejara bien claro el esfuerzo y magnitud de la labor realizada por la CIG.

Dado el carácter clasificado del nuevo informe, éste no vería la luz hasta ahora, casi siete décadas después, mientras que parte del primero había terminado siendo publicado por la CNT en 1939 desde Buenos Aires en un libro titulado “De Companys a Indalecio Prieto. Documentación sobre las industrias de guerra en Cataluña”.

Ahora, gracias a Pagès Editors, que lo ha publicado, se ha tenido acceso íntegro al informe final de agosto de 1938, además del de octubre de 1937. La editorial leridana ha lanzado en octubre de 2007 una edición en catalán, limitada a poco más de un millar de ejemplares, lo cual lo convierte en preciado objeto de colección para un bibliófilo del mundo de las armas. A ello hay que sumarle que está ilustrado con un total de 230 fotografías inéditas de la época relativas al armamento y demás material bélico que se fabricó bajo el control de la CIG.

El libro, que cuenta con 202 páginas y cuya portada está ocupada precisamente por una imagen de la pistola Ascaso, cuyo medallón de la cacha derecha ha sido sustituida por el logotipo de “Industries de Guerra de Catalunya” y las cuatro barras catalanas, puede adquirirse directamente en Internet a través de la web del editor –www.pageseditors.com- por el precio de 14 euros más gastos de envío a domicilio.

Esta obra, prologada por Josep Alegre Vilas, abad del monasterio tarraconense de Poblet y con una introducción del historiador Javier de Madariaga Fernández, está basada en los fondos del Archivo “Monserrat Tarradellas i Macià”. El 31 de diciembre de 1981, Joseph Tarradellas procedió a donar su impresionante archivo particular, que poco después adoptó el nombre de su hija.

Los fondos Tarradellas están constituidos por más de dos millones de páginas de documentos, 11.032 libros, 6.035 publicaciones periódicas, 38 películas del periodo (1936-1952) y 33.844 fotografías, de las que 1.182 corresponden a la actividad relacionada con la Comisión de Industrias de Guerra en Cataluña. Posteriormente dichos fondos se han ido enriqueciendo con aportaciones procedentes de otras personas coetáneas al que fuera presidente de la Generalitat.  

La producción de guerra.

En ambos informes se aporta abundante información y datos sobre producción y estadísticas de las diferentes armas, municiones y demás productos bélicos fabricados en los diferentes centros que estaban bajo control de la CIG. No obstante, en algunos casos, y dado el hecho de haberse emitido ambos informes en plena guerra civil, se hacía constar que se omitían los relativos a algunas de aquellas, por razones obvias de seguridad, dado que no quedaba garantizado el debido secreto ante la difusión de los mismos, por muy restringida que fuera ésta.

Por tal motivo, no se aporta información estadística de producción, aunque si se reconoce la misma y su importancia, relativa a la fabricación del armamento portátil que es el de mayor interés para el lector de ARMAS, tales como las pistolas Ascaso, las “pistolas ametralladoras” Fontbernat, Labora y Schmeisser, los fusiles, mosquetones y carabinas máuser, así como de piezas para las ametralladoras Hotchkiss y Colt, además del fusil ametrallador Hotchkiss II.

Sin embargo en ambos informes si se entra con mayor profundidad, no sólo en la organización y funcionamiento de la CIG, sino también en la fabricación de las industrias químicas (fulminantes, trilitas y tetralitas, dinamitas, pólvoras, mechas, celulosas, gases, caretas antigas, etc.), de las industrias siderometalúrgicas (municiones de armas portátiles y piezas de repuesto para éstas, lanzagranadas, morteros, espoletas, granadas de mano, mortero y artillería de campaña y de marina, bombas de aviación, vehículos blindados, etc.) y el material de aviación.

También se aporta información de interés relativa a las 15 fábricas que fueron de titularidad de la Generalitat hasta su incautación por el gobierno de la República, su ubicación, su actividad y su producción.

No obstante la información más precisa y rica en pormenores debe encontrarse en las 28 publicaciones técnicas y numeradas que editó la CIG durante la guerra civil, relativas a las granadas rompedoras de 70, 75, 105 y 155 mm., la granadas de metralla de 105 y 155 mm., los morteros de 50 y 81 mm. con sus granadas, las granadas de acero de 45 mm., las granadas antiaéreas, espoletas, cartuchos, bombas de aviación de 12, 70, 250 y 500 kg., bombas de mano, lanzagranadas LG 1 y sus granadas, la pistola Ascaso, la “pistola ametralladora” Fontbernat, el mosquetón máuser y las pólvoras sin humo, habiendo quedado en preparación más de una veintena más de publicaciones que con el devenir negativo de la contienda y la incautación gubernamental, no llegaron a ver la luz.

Para hacerse una idea del contenido de dichas publicaciones, tan sólo mencionar que la núm. XXIII, correspondiente a la pistola Ascaso tiene más de 200 páginas y 53 esquemas y planos de piezas del arma a escala, mientras que la núm. XXIV, relativa a la “pistola ametralladora” Fontbernat, comprende más de 100 páginas y 102 esquemas y planos a escala.

Hay que significar que dado el limitadísimo número de ejemplares publicados y la pérdida de parte de ellos como consecuencia de las vicisitudes de la guerra, se han convertido en preciadísimas piezas de colección, que están llegando a alcanzar la cotización de 6.000 €, aptas sólo para potentados privilegiados e instituciones públicas.

La pistola Ascaso.

Una de las armas que se produjeron a partir de 1937 bajo control de la CIG fue una copia de la pistola Astra de 9 mm. largo, antiguo modelo 1921 y ya denominado modelo 400, fabricado entonces en Guernica por la firma Unceta y Cía., tras la marcha de Juan Esperanza en 1925.

Dicha pistola era el arma corta reglamentaria del Ejército, la Marina y Carabineros, por lo que se optó para su fabricación, máxime después de la ocupación por el enemigo de la fábrica de Guernica a finales de abril de 1937, con lo que la República perdió tal fuente de abastecimiento, y la llegada a Cataluña de un grupo de operarios y técnicos de la misma, además de otros talleres armeros de Eibar y Elgoibar, que habían podido escapar a tiempo.

Esta copia de la pistola Astra fue bautizada con el nombre de “F. Ascaso”, en homenaje al dirigente anarcosindicalista Francisco Ascaso Abadía, fallecido en el 20 de julio de 1936 en el asalto al acuartelamiento de las Atarazanas en Barcelona.

Aunque no se tienen datos exactos de su producción parece ser que llegó a alcanzar los 8.000 ejemplares que se fabricaron en la localidad barcelonesa de Tarrasa, si bien el coronel Manrique y el historiador Molina afirman en su obra que unas 1.000 pistolas Ascaso se produjeron en los talleres Confederales nº 1, sitos en la calle Badal de Bacelona. Tras la incautación de la fábrica principal por la Subsecretaría de Armamento, pasó a denominarse la núm. 290.

Su calidad y acabado no llegó a ser el de las originales vascas de antes de la guerra, dada la carencia del tiempo, materias primas y maquinaria necesarias para ello, pero que no obstante pede definirse como aceptable.

El experto norteamericano Leonardo M. Antaris asegura en su obra que en los primeros ejemplares se detectó un problema con el muelle helicoidal recuperador que envolvía el cañón de la pistola en el interior de la corredera, ya que era excesivamente duro y dificultaba el correcto retroceso y funcionamiento, cuestión que pronto fue subsanada.

Por su parte, el coronel de artillería Bernat Barceló Rubí expone en su magna obra “3 siglos de armamento portátil en España”, que el adversario aplicó –posiblemente con finalidad de acción psicológica- a dicha pistola, la denominación que ya años antes se habían ganado los revólveres de baja calidad producidos por la industria vasca, es decir, el de “neutrales”, por aquello de que lo mismo causaban baja del enemigo como la del que disparaba. Sin embargo el propio autor se muestra disconforme con tal afirmación y no cree que su calidad fuese tan baja que tuviera tendencia a reventar, “siempre que se usase en condiciones normales y con la munición apropiada”.

No obstante hay que significar que su calidad si bien fue ligeramente inferior a la de la otra copia “gubernamental” de la Astra, fabricada en la localidad valenciana de Alginet, bajo la denominación de “R.E.” (República Española), en cantidad de 15.000 ejemplares aproximadamente, fue muy superior a la corta producción de la copia manufacturada en la alicantina de Ibi.

A diferencia de la pistola Astra, la Ascaso presentaba un pavonado azulado más oscuro y brillante –similar al de la R.E.-, una diferencia lógica ya que el proceso de oxidación artificial se efectuaba por inmersión de las piezas en el baño de pavón –como era y es habitual en la práctica totalidad de las armas-, mientras que en las Astra el pavonado se aplicaba “a brocha” y sólo en el exterior de la corredera y el armazón, motivo por el que su resultado es bien distinto y permite  saber, además, si una de estas pistolas ha sido repavonada por el procedimiento más tradicional. 

Volviendo a nuestra protagonista, ésta tiene la identificación “F. ASCASO TARRASA CATALUÑA” en un logotipo circular estampado justo detrás del punto de mira. Sus cargadores, sencillos o también de gran capacidad, tal y como recoge el CIG en su informe, están marcados “ASCASO TARRASA 9 LARGO” en sus base. Las cachas, fabricadas en plástico negro, lleván en su medallón el logo “F. ASCASO”. 

Pero la principal diferencia técnica no es apreciable desde el exterior, ya que se trata del paso del estriado del ánima, siendo de una vuelta en 24 cm en la Astra original, y de 31 en  la Ascaso, cifra que se reduce a 26 para el tallado en los tubos de las R.E. 

Para terminar citar al menos que hubo otra pistola fabricada también en Cataluña pero asemejada a la norteamericana Colt modelo 1911, y de la que el experto Juan Luis Calvó se hace eco en su obra “1840-1940. Cien años de pistolas y revólveres Españoles”. Se trataba de la denominada “Isard” (Rebeco), también de 9 mm. largo, que se produjo al menos en 1938 en el parque móvil de la Generalitat, en Barcelona. Sus cachas de madera, lisas y abombadas, ostentaban, escudo de la Generalitat, conformado por las cuatro barras catalanas en relieve dentro de un óvalo. Curiosamente algún ejemplar lleva estampado el nombre de “Pistola Tarradellas” en el lugar del de “Isard”.

Nota. Se agradece expresamente la colaboración prestada por Lourdes Oliveras en representación de Pagès Editors.

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Francisco ASCASO ABADÍA (1901-1936).

Nacido el 1 de abril de 1901 en la pequeña localidad oscense de Almudevar, se convirtió desde muy joven en el arquetipo de la violencia revolucionaria anarquista que por muchos fue definida en la prensa de su época como el más puro ejemplo del “pistolerismo”.

Tal y como recoge el profesor Antonio Padilla Bolívar en su libro “El movimiento anarquista español”, esa violencia revolucionaria que  a comienzos de la década de los años 20 del siglo pasado, azuzó las circunstancias socioeconómicas de Cataluña, España y el mundo entero, lanzó por la senda terrorista a hombres de los grupos anarcosindicalistas más activos, siendo Francisco Ascaso uno de ellos.

Fueron tiempos muy duros que engendraron una violencia sectaria muy difícil de entender y justificar hoy día, donde los sectores más extremos del movimiento obrero y la patronal se enfrentaron a sangre y fuego, dejando tras de si una larga espiral de dolor y terror.

Ascaso, que procedía de una familia campesina, se trasladó en unión de la misma a Zaragoza cuando corría el año 1913, siendo en su juventud –trabajó como panadero y camarero- cuando ingresó en la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y empezó a contactar con algunos de los grupos anarquistas que lo integraban y que estaban dispuestos a proyectar la acción directa basada en la violencia revolucionaria, implementando dicha vinculación con su cambio de residencia a Barcelona en 1922.

El joven aragonés comenzó así a conocer y tratar con quienes serían los principales representantes del anarcosindicalismo revolucionario: Buenaventura Durruti, Ricardo Sanz, Antonio Ortiz, Juan García Oliver, Aurelio Fernández y Gregorio Jover, entre otros. Recordado por sus propios compañeros como un hombre frío, racional y calculador, fue siempre más un activista de primera línea que de doctrina y organización.

Convencido comunista libertario, dispuesto a derramar y hacer derramar la sangre en su lucha contra el estado y el capitalismo, su nombre pasó bien pronto a formar parte de las fichas policiales de numerosos países, siendo considerado como uno de los activistas anarquistas más peligrosos de la época. Detenido y encarcelado en diversas ocasiones, habiendo logrado escapar más de una vez, también fue deportado a Canarias y Guinea, teniendo que exiliarse a varios países europeos e hispanoamericanos, donde al participar en acciones violentas de grupos anarquistas locales, lo que motivó que terminara por ser expulsado o prohibida su entrada a la mayoría de aquellos.

No obstante, cualquier libro sobre armas que cite la pistola “Ascaso” se limitará a decir que dicho nombre fue adoptado en recuerdo a la figura de un dirigente anarquista de la época, sin entrar en mayores detalles.

La verdad es que no se puede negar la polémica que envuelve a dicho personaje. Visionado como un líder y un héroe para los suyos o, como un “pistolero” y un asesino para los otros, la realidad es que fue fruto y protagonista de su tiempo y que los libros de historia lo recuerdan tanto por su ímpetu revolucionario como por su participación en numerosas acciones violentas tales como los asesinatos del redactor jefe del “Heraldo de Aragón” en 1920 y del arzobispo de Zaragoza en 1923, el intento frustrado contra Alfonso XIII en París en 1926, la voladura de la Jefatura Superior de Policía de Barcelona en 1933 así sus enfrentamientos a tiros contra los “pistoleros” contratados por la patronal o los atracos a bancos, tanto en España como en algunos de los países en los que estuvo exiliado.

En 1934 sería nombrado secretario general del comité regional de la CNT en Cataluña, fijando desde entonces su residencia en Barcelona, donde le sorprendería dos años después la sublevación militar que al fracasar daría inicio a la Guerra Civil. Consecuente con sus ideales y siendo miembro del Comité de Defensa Confederal de Cataluña, tomó inmediatamente las armas al frente de sus hombres para participar en su sofocación, resultando muerto de un disparo en la frente el 20 de julio de 1936 durante el asalto al cuartel de las Atarazanas.

Como todos aquellos líderes que mueren jóvenes luchando en el combate por sus ideales, sean los que fueran, Ascaso pasó a engrosar la leyenda de los héroes, en este caso el de los libertarios, siendo desde entonces, elevado por los suyos a la categoría de mito. Prueba de ello fue, entre otras cosas, que además de bautizar con su nombre a la pistola objeto del presente artículo, se le dio también a una de las columnas de milicianos anarquistas catalanes combatientes que se organizaron en los primeros días de la Guerra Civil o que la localidad alicantina de San Juan fuera conocida en la zona republicana como “Villa Ascaso”.

La temprana muerte de su amigo y correligionario Durruti –fallecido de un disparo en el frente de Madrid el 20 de noviembre de 1936- motivaría diversos homenajes conjuntos, destacando entre todos el llevado a cabo al año siguiente en la inauguración del mausoleo erigido a la memoria de ambos en el cementerio barcelonés de Montjuich y que seria destruido al finalizar la contienda.

Hoy día la figura de Ascaso continúa siendo objeto de memoria en los diferentes foros del anarcosindicalismo, si bien ya no tienen la fuerza ni la implantación que aquél en vida conoció. En el año 2001 se presentó públicamente su biografía con motivo de la conmemoración del centenario de su nacimiento, en las Jornadas Culturales de Otoño organizadas por su ayuntamiento local. Asimismo su recuerdo se sigue manteniendo vivo, entre otros, en el centro cultural “Ascaso-Durruti”, sito en la localidad francesa de Montpellier.


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